Te aseguro que no se quita con el "duermo y se me olvida", porque no serían suficientes las horas de un año para dormir y que no te colases en mis sueños. Maldito intruso. Juraría que era yo la que abría y cerraba la puerta. ¿Acaso te he dejado entrar?, ¿lo he hecho sin darme cuenta?. Estaría dormida. Sería en un sueño. Pero despierta te veo, y me quedo mirándote porque estás ahí.
Enhorabuena... si entraste con intención de ser un pensamiento pasajero, has acabado pasando a la realidad. Pero ¿quién determina cómo de real es esto?, ¿lo digo yo, lo siento, lo pienso?, ¿o se determina solo?. En serio... ¿debo creerme?
Que hasta ahora, cuando aparecías, no me he fiado de mí ni de lo que pensaba. Pero vivo conmigo, y cuando ahora me pregunto, solo me puedo responder que sí. Que hay una (gran) parte de mí que te comería a besos. La otra no sabe si es a ti o a cualquiera que me haga caso. Pero empieza a ser más grande la primera; la que comienza a quedarse demasiado tiempo mirándote.
Qué peligro... Estás prohibido.
No debo mirarte tanto. Eso no está bien, no lo está.
¿De verdad?, ¿dónde está el límite?, ¿lo hay, o me lo impongo yo?. Odio tantas preguntas que se calman con un "sólo tu lo sabes", porque no sé qué es lo que sé. Yo qué sé, quién sabe.