Escribo cuando pauso mi mirada en algún punto fijo de la ventana y veo que llueve, o cuando mi mente se queda en blanco y de repente las ideas retornan a mi cabeza. No lo hago por interés, simplemente llevo mucho tiempo desahogándome a través de la escritura. En el momento en que las teclas suenan, siento que nadie ni nada puede interrumpirme, solamente yo soy dueña de mis palabras. El hecho de saber que siempre -o casi siempre- podré escribir sin que nadie me juzgue por ello, me anima a colgar algunos de mis textos "razonables" o algunas de mis locuras mentales pasadas a un texto de Word del pc. No es más que eso.

martes, 16 de noviembre de 2010

Hoy me he decidido a hablarle y no sé qué he sentido. De nuevo se me ha venido a la garganta ese cúmulo de sentimientos que me rodean la mente desde hace un tiempo.
No sé si es rabia, dolor, tristeza, nostalgia, soledad... pero si sé que me ahogan, que cuanto más tiempo pasa, más grandes se hacen... y necesito saber por qué están ahí, qué hacen ahí...

Hoy hablamos durante media hora. De sus estudios, de los míos, de sus novedades, de las mías, de cómo estaba él, de cómo estaba yo, de sus amigos, de los míos, de su clase, de la mía, de su vida, de la mía, de él, de mí... pero no de nosotros.

Me acerco a él, y mi primera impresión es que todo sigue como antes. Lo miro por primera vez, y mis labios quieren correr hacia los suyos, porque los echa de menos. Pero la verdad es que no es nada como antes, y necesito que me ignore para no creerme lo contrario.
Pero no me ignora, y me sonríe.

Me dedica sus primeras palabras, y me parece que no hayan pasado más de dos días desde la última vez. Juro que nunca me fue tan difícil mirar a alguien a los ojos; me paro en sus manos, su camiseta, su reloj, su boca, su pelo... y él mientras, habla.

Y yo que no puedo dejar de mirarle, y él que me sonríe aún. Y antes de que se me caiga el mundo encima decido ponerle mi mano en su brazo con la excusa más estúpida que encuentro. Me calmo, porque noto que está ahí. Que está hablando conmigo; y tengo que retirar la mano, porque ya no soy nadie. Lo fui, pero ya no. Y sigo sin querer creérmelo, porque está ahí, conmigo. Y yo estoy ahí, con él. Sé que ha sido casualidad, pero me engaño pensando que es porque debíamos estar ahí en ese exacto momento.

Necesito preguntarle cómo está, porque llevo preguntandole lo mismo cada noche, pero no me oye. Hoy sabía que era real, que obtendría respuesta, y lo hice.
¿Cómo te va sin mí? ¿me echas de menos? ¿me necesitas? ¿aún me quieres? ¿te acuerdas de mí como lo que fui, o ya te olvidaste?
Y lo único que mis labios pueden pronunciar es un "¿cómo estás?" donde se pierden las otras preguntas...

Siento que debo decirle que estoy genial, que soy totalmente feliz; me callo la voz interior, y como puedo, le contesto. Y aunque tan solo quiero decrle que me estoy muriendo por besarle, que por nada del mundo estaría en otro sitio más que ahí, con él, mirandolo hablar... me vuelvo a callar, y ardo. Entonces vuelvo a tocarle, y dejo de saber quién soy: sigue ahí, no se ha ido.

Los minutos se me van como segundos; mi reloj va más rápido que el suyo.
Sus minutos tienen sesenta segundos, y cada minuto mío lo lleva un pestañeo suyo...
Y si me sonríe, entonces se hace dueño de mis días enteros.
No quiero que pase el tiempo; hoy no. Y si pasa, que me dejen rebobinar cada escena que él me regale.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Esta noche, no...

Déjame tan solo esta noche aferrarme a mis sueños, que no quiero quedarme en la realidad...
Déjame que, si vuelvo, pueda ir un rato a creer lo que no es, a ver lo que no hay, a sentir lo que no existe...
Que si esta soy yo, esta noche no quiero serlo.

Porque si pongo los pies en la tierra me arden, y prefiero sentir el cosquilleo de soñar, aunque todo sea tan abstracto que se deshaga cuando respire fuerte.
Es que la tierra de este camino se vuelven cristales rotos cuando comienzo a andar, y una vez más veo cual es el camino fácil, el quedarme ahí, esperando, en lo fijo, lo seguro, sin moverme, donde sé que todo funciona -aunque mal-, y dejar que la tierra sea tierra. Que los cristales duelen, joder.
Y duelen más si en ellos te reflejas, me reflejo, que no quiero verme, y tampoco quiero verte. Y si alguna vez quise, recuérdamelo, estoy intentando hacer como que lo olvidé.

No sé muy bien que es lo que quiero, ni tampoco sé si quiero saberlo.
Porque cuando lo sepa, tal vez me de cuenta de que te has quedado en la lista de caprichos, y aún no he aprendido a darte el lugar que te corresponde, si es que te corresponde alguno.
Caprichosa, porque quiero que te quedes aquí, pero no conmigo. Ponte a mi lado, mírame, dime que me quieres, que estás ahí, que no te vas a marchar y que soy la chica más bonita que has conocido. Aunque me mientas. Pero no te acerques, que ya sé que me vas a quemar, porque tengo la cicatriz de tus besos ardiendo en mis labios.
Y aunque ese dolor me haga sentir viva, no es así como quiero sentir que lo estoy.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Conversación interior (I)

Sentí un nudo en el estómago que solo pude comentar conmigo misma...

Mi yo intermedio - ¿Que qué?

Mente - Ajá!!!! esto era lo que necesitabas

Corazón - No puede ser, mis planes a la mierda

Mi yo intermedio - ¿Planes?

Mente - ¿Qué planes?

Corazón - No lo sé. Nada, olvidadlo.

Mente - No me jodas... dilo. A mí me tienes en blanco, pero no me engañas. Algo hay...
Si te acabas de hundir será por algo. ¿De qué planes hablas?

Corazón - Planes... tenía planes. El día en que me enteré que dejaste a Ángel no me lo quise creer, y desde entonces no lo he hecho. Yo aún sigo con él, aún lo espero, aún quiero que vuelva... desde el día en que se supone que debí asimilar que se había acabado, me puse en Stop e hice oídos sordos a la mente, a toda razón lógica. Me dieron igual tus argumentos, tus motivos para quitarme mi otra mitad, no les hice caso. Me dolió tanto que fueses tu la que me dejases solo... y me asustaste tanto al informarme de que por mi culpa tú te ibas a sentir sola aunque estuvieses rodeada... que para protegerte tuve que engañarte, tuve que mentirte.
Tuve que hacerte creer desde aquel 5 de agosto que todo seguía igual, que tan solo había sido una pequeña pausa, pero que en cuanto comenzasen las clases volveriais a estar juntos y yo recuperaría la calma. Y tratando de protegerte tanto, acabé por creerme la mentira que te mostraba como verdad. Acabé por convencerme de que todo sería pasajero.

Mente - Es imposible... llevo desde aquel día como si nada, creí que si que lo iba a pasar mal durante un tiempo pero que ya lo estaba asimilando. Y, ahora, me dices que llevas 39 días haciendome pisar en falso... caminando con tus manos en mis ojos, impidiendome ver la verdad, tapandome la realidad, lo que realmente hay.

Corazón - Traté de protegerte. Intenté evitar que sufrieses.

Mente - El dolor iba a ser el mismo hoy o dentro de un mes; ella va a tener que sufrirlo igualmente... no puedes aplazar el sufrimiento de una persona, cuanto más la engañes más sufrirá cuando llegue el momento, ¿no te das cuenta?

Corazón - Supongo que necesitaba que alguien o algo me dejase al descubierto... que me hiciese reaccionar y ver que por mucho que trate de ocultar la verdad, saldrá a relucir antes o temprano. Y, ahora, no tengo escapatoria. La única mentira sería seguir diciendote que Ángel volverá, que podrás volver a volcarte en él, que no te quedarás sola, que nada ha cambiado...

Mente - Pero ella necesita que las cosas cambien. ¿No ves que Ángel solo cubre una necesidad, una falta, una ausencia? la carencia de haberse sentido querida desde pequeña, el dolor de cada insulto, el poco valor físico y propio que se tiene... y si Ángel volviese a aparecer solo causaría problemas a lo largo del tiempo, porque seguiría fortaleciendo el que ella solo se sintiese valiosa al lado de un chico que le guste, y no por ella misma. ¿No te das cuenta de que si te escucha ahora mismo, solo seguirá aprendiendo a valerse por otros? ¿es que quieres eso?

Corazón - Así al menos no me quedo solo...

Mente - Tu soledad no se calma con la presencia de un chico. Tu soledad se calmará cuando aprendas que sentirse querida no es sentirse valorada físicamente, cuando te des cuenta de que amar y ser amada es mucho más allá de que te reconozcan que eres guapa, mucho más allá de echar unas risas con la pareja y de que te lleve de la mano por la calle. Es mucho más que una simple conversación por msn, que una foto de vez en cuando, que te pida besos solo cuando tú le ignores. Aún no comprendes la verdadera compañía, aún no has aprendido a amar ni a sentirte amado, corazón... déjame tiempo, un hueco, un espacio, préstame algo de ti y te enseñaré lo que es amar cuando al primero que amas, es a tí mismo...

domingo, 12 de septiembre de 2010

Carta a una obsesión.

Hoy me he reunido conmigo misma y mi cuerpo, para intentar acordarme de quién soy. El espejo no me muestra lo que quiero ver, pero sé que en un pasado había una sonrisa en mi cara que has conseguido borrar con el paso de lo meses. Desconozco bien los orígenes.
Tal vez te fuiste abriendo paso a través de las miradas indiscretas que me lanzaba mi madre para avisarme que debía parar. Más tarde, te verías avivada con los insultos que constantemente estaba recibiendo por parte de quienes no deberían haber abierto la boca jamás en su vida. La mía, me la estaban destrozando.
Entonces, sería entonces cuando empezaste a surgir.

Supe lo que es aferrarme y saborear muy de cerca el límite. He dejado de sentirme orgullosa de mí misma, porque has conseguido que vea el mundo distinto, de otra manera.
Me duele cuando me tocas, cuando te acercas, cuando me susurras, cuando te veo venir; cumples el papel de la peor pesadilla que puedo vivir.

Eres el primer pensamiento al despertar y el último antes de cerrar mis ojos y dormir. O a veces ni eso, porque consigues persistir en mi mente durante toda la noche.
Perfecta, tienes que ser perfecta.
El mundo deberá reconocer el autocontrol que ejerces sobre ti misma y las calles son tuyas, quieres adueñarte de ellas con cada pisada. Pero no se escuchan. Pisas tan fuerte como te es posible y ni emites el mínimo sonido. ¿Qué ocurre?

Entonces escogí vivir la vida como aquellos que lo hacen para disfrutarla, no para hacer de ella un calvario.
Decidí que como todos, algún día tendría que morir, pero no sería por mi culpa.
Mi peso no podía ser el centro de mi pensamientos. Las calorías no podían dirigir mi vida.
Sé que se hace duro el mirar al espejo y... verte. Simplemente verte.
Porque lo que quieres es ser tan fina y delicada que casi ni se te aprecie.
¿Delicada? si no puedes levantarte de la cama.
Tu cuerpo parece estar hecho de metal. Te cuesta moverte porque tus huesos están oxidados hoy.
Lo que parece ser tu secreto más íntimo, te cambia la vida. Mírate.
¿Acaso tu mirada brilla?
si ya te apagaste hace meses...
No te queda mucho tiempo y hay que actuar.
Quiero salir de esto. Decir adiós a mis complejos, porque solo yo puedo cambiarme y hacerme dueña de mi cuerpo.
Créeme, no merece la pena. La vida no está para desperdiciarla.