Escribo cuando pauso mi mirada en algún punto fijo de la ventana y veo que llueve, o cuando mi mente se queda en blanco y de repente las ideas retornan a mi cabeza. No lo hago por interés, simplemente llevo mucho tiempo desahogándome a través de la escritura. En el momento en que las teclas suenan, siento que nadie ni nada puede interrumpirme, solamente yo soy dueña de mis palabras. El hecho de saber que siempre -o casi siempre- podré escribir sin que nadie me juzgue por ello, me anima a colgar algunos de mis textos "razonables" o algunas de mis locuras mentales pasadas a un texto de Word del pc. No es más que eso.

martes, 18 de noviembre de 2008

Hipocresía

Escoria escondida

entre la más profunda oscuridad.

Confusión al notar

que todo lo que gira a tu alrededor

te atrapa.


Fúnebre capa que todo lo tiñe

del color negro hipócrita.

Delirio por la mentira,

lujuria si respiro engaño.


El dominio de lo irreal,

de lo fantástico,

estupendo al ser invisible

al convertirlo todo transparente.


Traspasar con mis temblorosas manos

la simple e inocente verdad

y descubrir bazofia,

oculta entre sonrisas, entre murmullos.


Ambiguo rostro que solo encubre

rumores, falsas palabras.

Oración a lo nunca creído,

idolatría a aquel que sella sus labios

con sucia sabiduría.


Adversos ojos

aliados con la inocencia

alimentan la experiencia de conocer

la diversidad del fracaso.

Contra ellos, en mi contra… siempre es fracaso.


Explico el fracaso

de lo imaginado

por una mente desvanecida,

una mente ahora deteriorada

avivada mediante creencias de encontrarse

en el mayor peldaño.


Sonrisa desgastada por la inquietud

que conlleva tratar de alcanzar

la felicidad con una simple mano.


Tumulto de almas

luminiscentes, que tratan ante todo

de cegarme por completo.

© Ana Ortiz A.

domingo, 9 de noviembre de 2008

Venganza

No hay peor dolor que el de una venganza. El de una venganza inacabable, silenciosa y aparentemente débil.

Débil, como mis lágrimas al resbalar por mis mejillas. Frágil, como mis manos al desnudar lo que se escondía tras el brillo opaco de tu mirada.

Lanzo y comienzo el desafío a tu minucioso plan llevado a cabo entre las sábanas que nos cubrían en invierno, las flores que crecían a nuestro lado en primavera, la brisa que nos hacía sentir vivos cada tarde de verano, las hojas de otoño que pisábamos de la mano. Cada estación a mi lado, mientras tu sitio se encontraba al lado de alguien que no era yo.

Me haces sentir tan estúpida. Haces creerme tan inferior ahora… inferior al alto nivel de tu capacidad para despedazar las ilusiones de alguien.

Daré la espalda a tu recuerdo, al sonido de nuestros pasos, al colchón que guarda tu silueta, a la página de aquel periódico donde plasmaste el peor corazón dibujado que jamás vi, a los libros que llevan tu dedicatoria, a tu inútil encanto perpetuo, al olor vainilla de las velas reposadas sobre la noche, a cada regalo comprado para comprarme, a los te quiero cargados de veneno, a los besos plantados en mis labios para sellar mis dudas sin dar respuesta.

Cuando me pregunten, trataré de no admitir que dependí de tu sonrisa. Simplemente diré que la venganza es un plato que se sirve frío.

© Ana Ortiz A.