Con tus dedos enrredados en mis manos, sonríes.
Puedo amarte aún más,
aunque con la fuerza de los latidos
me duela hasta el corazón,
el alma.
Existencia sorprendente,
que embellece las pupilas
de aquel que observa tal rostro.
De repente, te pienso.
Escribo.
El sonido de las teclas que añoran tus labios,
tu frágil sonrisa.
Ojos que me convocan a esa mirada,
a recorrer cada parte del presente
aparente de la misma realidad,
sólo contigo.
Hablas, y a la vez completas mi fortuna,
mi suerte por poseer
lo más deseado.
Afición a tu aroma,
al despertar a tu lado.
Perderte entre la bruma de la noche,
de los sueños. Y entonces parpadear.
Sigues ahí, sonríes de nuevo.
Adoro el indicio de tus besos en mi piel.
© Ana Ortiz A.
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